Este tiempo, ciclo de nuestra
vida, descrito por el silencio. Un silencio lleno de sonidos, con sus
diferentes tonalidades. O quizás unos fragores colmados de mudez. Un sigilo de
silencio presente en estos días que remata el domingo de Resurrección en el
coso del Baratillo, cobrando más sentido la quimera donde navega la práctica del
ayuno y abstinencia. Cartel cerrado para el 1 de abril 2018 con Ferrera,
Manzanares y Roca Rey. La ganadería Victoriano del Rio.
Periodo reservado para la
preparación de pascua, la ciudad se transforma aun mas y con ello amándola sin
condiciones. Te envuelve mil detalles que se hacen simples y generosos
bajo el cielo azul de esta lirica ciudad. En ese vértice nos encontramos
los sevillanos en cuaresma, la nostalgia
nos baña, pues suspiramos por una Híspalis a la que no nos cansamos de glosar:
en la cercanía, en la distancia del destierro como lo hizo Luis Cernuda, en la
soledad del verano, en la batahola de la fiesta, en el rigor del rito que nos
convierte sin rumbo a otros tiempos.
Siempre un miércoles de ceniza el recuerdo de nuestras abuelas buscando en la despensa esos tarros de miel
con la imagen de la Virgen del Carmen para esos pestiños
postreros,
llega ese día en el que ya no falta en la encimera el plato con las
torrijas, nos dice que estamos en la fecha.
El silencio sigue relatando el
espacio evocado, forjando el desgaste de tus recuerdos como un túnel lleno de
sentimientos por donde corren y atraviesa ese entusiasmo como faroles que encienden
tu pasión. Colas de Cautivo, besamanos, besapies, últimos abrigos del invierno,
plata reluciente, charlas taurinas, entregas de premios, presentación de
carteles… todo bulle de la calma y el silencio.
Las papeletas de sitio, ensayos
de costaleros, las frías noches musicales con sus formaciones, el tiempo
detenido, rebobinado o audaz lapso que nos transporta al cristal donde
observamos lo habido. Sigue haciendo helero en las mañanas y pides ese café
temprano con su copa de anís de nuestra tierra sevillana. Mientras tintineas la
taza, te das cuenta que la antigua Sevilla sigue alzada y todo lo resiste.
Detrás del mostrador, junto a la lista de precios, siguen y están los carteles
cofrades y taurinos de cada temporada, juntos pero no revueltos. El ritual,
costumbre y tradicional a veces ignoradas ilustraciones de carteleria, siempre
presentes encuadrando el disfrute de las usanzas y hábitos Sevillanos.
Cuando pides la cuenta, observas
la categoría primitiva que adquieren esos ejemplares y sus bares, como
patrimonio de lo subsistido. Los sevillanos y sus bares son perecederos, aunque
aquí en esta tierra son inmortales mientras sigan conservando, en las entrañas
del lugar, esos carteles taurinos y cofrades de nuestras fiestas primaverales.
Legendarios sitios con solera que enmarcan el tiempo de espera.
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