Sigue consumando
excentricidades Morante de la Puebla
por perpetuar su legado de locuras con afán de: "El loco soy yo". En
cada generación hubo siempre algún artista que desarrollaba esta faceta como
valor añadido para que el público lo recordara ligado a sus hazañas.
Metáfora
aplicable a la tauromaquia, que ocurrió con Dalí en la primera exposición surrealista
de Londres. Y, haciendo honor a su reputación, apareció haciendo uno de sus
numeritos: luciendo un traje de buzo. El genio comenzó a dar su conferencia
ataviado de esta guisa... hasta que le empezó a faltar el oxígeno: la
escafandra estaba cerrada y no le llegaba el aire. Al borde de la asfixia, los
asistentes consiguieron retirar el casco y salvarle. No lo hicieron
inmediatamente porque pensaron que sus aspavientos y movimientos de manos
formaban parte del espectáculo, por lo que cuanto más sofocado
y más gesticulaba el genio, más fuerte se reían todos. El
público se confundió con lo que podría haber sido una tragedia
para el artista.
Leyendas
que pasaran a la historia como Curro
Romero y recientemente fallecido José Mari Manzanares,
que no necesitaron nada más de su elegancia, para demostrar su genialidad.
Pureza en el alma que a modo de pinceladas eternas, dieron todo su esplendor en
la Tauromaquia. Porque el artista debe saber que esta bañado por la brocha de
Dios y con ello no descuidar ó desencaminar su autenticidad. Buscar nuevos
caminos es la ley del genio, pero no perderse en ellos sin necesidad, sabiendo
que su obra como legado puede perder su sello. Quiero sentir el vértigo perdido
de aquello que era distinguido y selecto con sus pequeñas gotas de magia y
duende, para que el toreo se siga alimentando de esos toreros con garbo que
buscaban la originalidad.
Las
rarezas comerciales, y eso se ve, lo siente el publico al momento como
ridículas, vánales y fácil de interpretar con algo que no era necesario o si.
Según quien lo interprete. Lo claro y evidente es que las genialidades mas
chifladas son aquellas que están en el marco perfecto y no pretender ser
interpretadas, sino desarrolladas por su autor, en un arrebato de pasión maniática.
Todo suma y cada cual a su manera. Pero José
Antonio Morante de la Puebla debería rodearse de asesores mejores y el
mismo vislumbrarse de no perderse por el camino de sus pequeñas o grandes
locuras y si deberse más a su profesión. Pues por ejemplo aquí en Sevilla, el
de la Puebla; a su edad todavía no ha abierto ninguna Puerta del Príncipe.
Cuando otros toreros con una esencia más pura, lo han hecho en varias
ocasiones. Mientras tanto sigue como jardinero y mil facetas mas, problema pues
para todos, pues lo fundamental es que la afición lo sigue esperando y que
realice de verdad su buen toreo.